¡POR QUÉ QUIENES HABLAN ESPAÑOL NO SUELEN CONSEGUIR BUEN NIVEL DE INGLÉS?

Mariano Izquierdo nació en Cuenca y es ingeniero industrial. Exhibe amplios conocimientos de inglés adquiridos en cursos específicos, y le gustaría tener muchos más porque trabaja en una multinacional que lo usa como lengua de intercambio.   En estos días prepara una comunicación que deberá leer en el congreso anual que la compañía celebra en Zúrich. El resto del año se relaja.

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Mariano no necesita más lengua que la propia, y esporádicamente el inglés. Por eso su nivel, como el de tantos otros, es moderado. Los españoles estudiamos inglés en el bachillerato, y después seguimos añadiendo conocimientos por un lado, y los perdemos, faltos de uso, por el otro. Nuestro aprendizaje se fija y borra constantemente, en  pequeñas dosis, porque aunque sean grandes carecemos de una realidad lingüística que sustente nuestro bagaje, aunque sí algunas realidades parciales como textos, o pequeñas necesidades orales.

Los españoles no somos más torpes que otros para aprender lenguas, por supuesto que no, sino que aprendemos, como todo el mundo,  lo que necesitamos. Ni más ni menos. Logran algunos un alto nivel de inglés después de una inmersión lingüística, pero pronto sus conocimientos, si no son necesarios, se debilitan. Los hablantes de sueco alcanzan el nivel superior porque sus universidades utilizan como instrumento de comunicación el inglés, y no el sueco, que sus hablantes consideran insuficiente para el desarrollo cultural.

Esta afirmación molestaría a Moreno Cabrera, autor, como yo, de un tratado sobre las lenguas de mundo, y otro, también al igual que yo, sobre la sociología de las lenguas, en el que defiende, con argumentos muy sutiles, que todas las lenguas son iguales. Lo llama La dignidad e igualdad de las lenguas, pero cuando le toca defender la igualdad del suajili frente al inglés, o del francés frente al lingala, dice que si bien la cantidad de publicaciones en inglés o la limitación del léxico del lingala son de momento distantes de las dos lenguas europeas, ambas están, por sus estructuras, en disposición de igualarse. Y estoy de acuerdo. Un mendigo es igual que el hombre rico porque tiene la posibilidad de enriquecerse, claro, pero mientas tanto es un mendigo.

Con frecuencia se habla de bilingüismo con enorme confusión porque todo hablante de dos lenguas, con independencia del uso de la segunda, es bilingüe, y eso es, un grave error sociolingüístico. No podemos llamar bilingüe a quien necesita dos lenguas en su vida diaria y no puede prescindir de ellas,  y las usa, además, con igual destreza, y también a quien de vez en cuanto lee en inglés un texto en Zúrich. Al hablante que necesita dos lenguas maternas lo llamamos ambilingüe porque ambas tienen el mismo valor por mucho que alguno quiera rechazar a una de ellas. Nada que ver con el bilingüe que posee una lengua principal y otra que maneja de vez en cuando en diversos grados de destreza.

En Moscú, en la Universidad de Relaciones Internacionales, que frecuento como escritor y conferenciante desde hace quince años, se enseñan cincuenta y tres lenguas. Ninguna universidad del mundo tiene oferta tan amplia. La Universidad de Relaciones Internacionales de Moscú es algo así como la Escuela Diplomática para nosotros. De allí saldrán los representantes de Rusia en los principales países del mundo, y eso lo saben. La enseñanza, por tanto, resulta útil porque serán lenguas funcionales durante buena parte de la vida.

En Francia casi el sesenta por ciento de los estudiantes de bachillerato estudia español, y esto sucede desde hace unos ochenta años. ¿Alguien ha comprobado con su propia experiencia que el sesenta por ciento de los franceses, digamos el cincuenta, o el diez, sea capaz de entenderse en español?  El esfuerzo didáctico resulta inútil. Ese sesenta por ciento de los estudiantes debe superar un examen escrito y otro oral si desea obtener el acceso a la universidad, pero los exámenes han ido simplificándose, y reduciéndose las exigencias, para que todos los alumnos lo superen. Y a partir de ese momento dirán adiós a la lengua para siempre. Sencillamente deja de existir. No la necesitan.

Un hablante bilingüe emplea una lengua a tiempo total, y otra a tiempo parcial con bastante frecuencia o con poca. Un hablante ambilingüe emplea dos lenguas a tiempo total y no puede prescindir de ninguna, aunque sí forzar el uso de una sobre la otra.1 Portada Definitiva

De: Las batallas de la eñe, Madrid, ed. Verbum, septiembre 2015.

Ambilinguismo europeo

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